Los Chaos Warhounds son cazadores incansables que son poco más que músculos y colmillos, pero hechos aún más horripilantes por el efecto deformador del Caos, que hace que les salgan cuernos y espinas. Merodean por la naturaleza en jaurías voraces, cazando presas que van desde niños abandonados hasta jóvenes mamuts de hielo.

Prince Apophas es el El Señor Maldito de los Escarabajos, un espectro maldito que siembra el terror en el campo de batalla con los enjambres de escarabajos que rodean su cráneo, blanqueado por el sol. Este despiadado asesino todavía empuña la misma hoja que usó para degollar a su propia familia, un acto por el que terminó condenado por Usirian, el dios del submundo de Nehekharan.

Los Witch Hunters siempre están alerta ante posibles brotes de rebelión o cualquier otra amenaza maligna. Estos guerreros religiosos vagan por los reinos brindando sus servicios a los principales cultos y templos, pues su misión es desterrar los grandes males que azotan a sus patrones.

Solo en inglés.

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La Guardia del Fénix son los protectores del Santuario de Asuryan, el gran templo piramidal del Mar de los Sueños. En la batalla, son adustos y decididos, visten armaduras ornamentadas y van armados con largas alabardas; su silencio pétreo y el aura de poder divino que los envuelve infunden miedo en los corazones del enemigo.

Los Señores Altos Elfos provienen de las familias nobles de Ulthuan y se enorgullecen de su profundo sentido del honor y su dominio de las artes de la diplomacia y la guerra. En tiempos de conflicto, demuestran esta destreza a través de su flexibilidad, siendo perfectamente capaces de luchar cuerpo a cuerpo en el fragor del combate o de comandar vastos ejércitos desde la distancia.

Los Deadwalker Zombies son creados a partir de cadáveres frescos; reciben la fuerza mediante el poder de necromancia oscura y son enviados al campo de batalla en una horda de paso tambaleante. Sin mente, y regidos únicamente por un instinto colectivo, las migraciones zombis se han convertido en una plaga sempiterna tras el necroseísmo. Muchas ciudad han creado "pirobandas" errantes que purgan con fuego los brotes antes de que sea demasiado tarde.

A pesar de que de manera individual son lentos, torpes y frágiles, una manada de Deadwalker Zombies del tamaño adecuado puede suponer una amenaza incluso para los soldados enemigos más habilidosos, simplemente por su superioridad numérica. 

Los Hijos del Emperador son los retorcidos Astartes Herejes que descienden del Primarca Daemon Fulgrim. Son traidores orgullosos que han sucumbido a sus depravadas obsesiones, a las que se entregan de una forma terriblemente violenta en los campos de batalla del 41.er Milenio. Siempre en marcha, se mueven impulsados ​​por su necesidad compulsiva de experimentar nuevas emociones y, en honor a Slaanesh, tejen un tapiz de violencia exquisitamente intrincado y espeluznante.

Lucius el Sempiterno es un asesino arrogante y un maestro espadachín que busca a los campeones enemigos más habilidosos, aniquilando sin detenerse a quienes osan cerrarle el paso. Cuando se enfrenta a rivales dignos, Lucius golpea con la velocidad de una sierpe y se burla de los guerreros más poderosos con su espada y su látigo con conciencia daemónica.

Los Filos Impecables son la encarnación de la arrogancia, les consume el orgullo que sienten por su pericia con las armas. Han recibido su poder de sus patrones daemónicos, a quienes mantienen entretenidos con un manejo de la espada superlativo mientras infligen un terrible daño a sus enemigos.

Equipados con una llamativa servoarmadura y bólteres con una decoración recargada, los Torturadores forman el núcleo de muchas bandas de Hijos del Emperador. Estas violentas tropas de primera línea, consumidas por el ego y el deseo, priorizan la agresividad y la velocidad en su búsqueda constante de nuevas experiencias, y se recrean en las muertes sangrientas que infligen a sus enemigos.

Los Príncipes Dragón de Caledor se consideran la élite absoluta, incluso entre la nobleza de los reinos de Ulthuan. Su verdadero carácter solo aflora en el fragor de la batalla, donde morirían sin dudarlo si tal sacrificio salvara a un solo miembro del pueblo de Ulthuan. Hasta que el brillo de la batalla no desaparece de sus ojos, los Príncipes Dragón no recuperan su frío orgullo.