Los Flagelantes son hordas de fanáticos desposeídos que se unen bajo el liderazgo de algún vociferante predicador del apocalipsis. Recorren las aldeas y ciudades del Viejo Mundo siguiendo la estela de los ejércitos para difundir sus espeluznantes visiones de ruina y desesperanza.

Solo los Kabalistas Drukhari más astutos, crueles y ambiciosos llegan a formar parte de un comando Mano del Arconte. Estos incursores siniestros, expertos en asaltos homicidas tras las líneas enemigas, siembran terror y agonía a su paso.

Solo en inglés.

The Beastmen Brayherds live by the base laws of nature, twisted beyond recognition by the corrupting influence of the Ruinous Powers. Domination is enforced with terrible violence, and every member of the herd quickly learns their place in its brutal and bloody hierarchy. From the primordial forests in which they dwell, they raid and pillage in the name of their Dark Gods.

Las salvajes manadas de hombres bestia adoran a los dioses del Caos de una forma primigenia, con rituales sencillos y pura sed de destrucción. Son un enemigo aterrador que se abalanza sobre el rival en una marea degenerada de pezuñas y cuernos.

Los chamanes de los hombres bestia tienen un aspecto realmente repugnante: sus cuerpos inmundos están cubiertos de pelaje enmarañado en el que se entretejen todo tipo de fetiches primitivos y amuletos siniestros. Ni siquiera el Señor de las Bestias más poderoso dañaría a un bramachamán, pues proclaman la voluntad de los Dioses Oscuros y aquellos que osan desafiarlos pagan un precio muy alto.

Más que un ejército disciplinado, las manadas bestiales de hombres bestia son grupos de incursores desorganizados, repletos de criaturas salvajes y babeantes empeñadas en la destrucción y el derramamiento de sangre. Estos monstruos de otro mundo avanzan en hordas despiadadas, armados con hachas, lanzas rudimentarias y escudos.

Los bestigors son los hombres bestia más fuertes y feroces. Suelen portar hachas enormes, y visten placas de armadura pesadas y cotas de malla adornadas con todo tipo de atroces trofeos arrebatados a quienes han osado resistirse a ser descuartizados.

Los gors conforman el grueso de las manadas de guerra. Tienen cabeza y patas de cabra, torso humano, feroces colmillos de lobo (con los que desgarran trozos de carne de sus enemigos) y cuerpos musculosos y robustos con los que satisfacer sus impulsos primarios. Y si algo tienen en común los auténticos hombres bestia son sus cuernos, sin los cuales no pueden considerarse verdaderos gors.

Los Champions of Chaos son poderosos guerreros que han recorrido un largo camino de matanzas sangrientas y ambiciones malditas, combinando la fuerza de un Troll con la velocidad del ataque de una serpiente. Las habilidades de cada Champion se ven mejoradas todavía más por obsequios de los Dioses Oscuros, haciendo que enfrentarse a uno sea una invitación a una muerte inesperada y brutal.

Los Intercesores de Asalto se cuentan entre las unidades de apoyo cercano más extendidas en el arsenal de un Capítulo. Disparando sus pesadas pistolas bólter mientras se acercan al enemigo, cargan en la refriega, donde acaban rápidamente con sus enemigos a base de golpes brutales de sus espadas sierra.

Los Intercesores de asalto son la unidad de tropas perfecta para los jugadores que prefieren estrategias más agresivas (¡o simplemente les gusta cargar contra todos los enemigos a la vista!), donde pueden usar su brutal equipo de guerra de corto alcance con resultados letales.

Los Siembrasangres son cultistas fanáticos que han contemplado a los daemons de Khorne en todo su esplendor y viven para contarlo. En combate, portan todo tipo de armas concebidas para derramar sangre, desde enormes hachas sierra a dos manos hasta cuchillos, arpones y pistolas automáticas.

Los comandos de Santificadores suelen acompañar a las fuerzas imperiales por distintas zonas en guerra para localizar mundos en los que la fe flaquee y erradicar a los alborotadores y los herejes. Se encargan de purgar de toda corrupción lugares sagrados, purificar con fuego la mácula del Caos y reconsagrar el territorio reclamado con sangre, incienso y plegarias.